Hace ya unos tres años empecé a jugar con mi hijo al Class Royal y al cabo de unos meses me di cuenta de que estaba rellenando cualquier espacio de vacío con una partida de este juego. Me di cuenta de su peligro y lo desinstalé, y además, le expliqué a mi hijo porqué lo hice, y también lo desinstaló de su tablet. Las redes sociales también son muy buenas rellenando huecos, pero las tengo controladas, y creo que cada vez se me da mejor pasar de ellas cuando lo necesito.
Mi espacio, aunque sea de aburrimiento, sigue siendo mío, y lo necesito para mí. Parece que el aburrimiento ya no tiene sentido en nuestras vidas, y es que el contexto nos lleva a pensar que tenemos que hacer algo todo el tiempo. El filósofo Byung-chul Han dice que vivimos en una sociedad del rendimiento donde todo el tiempo tenemos que estar haciendo todo tipo de cosas con una utilidad, incluso algunos tratan de lograr sueños lúcidos para ser productivos durmiendo. Otros autores, como Carl Honoré dice que la velocidad es una de las enfermedades de nuestro tiempo, y que es peligrosa, y por eso ha fundado el movimiento Slow. Decía José Mota que hay momentos de la historia en los que no ocurre nada jajaja…
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