Icono del sitio Pascual Parada

La anarquía digital limita el pensamiento crítico

Las grandes corporaciones tecnológicas se han favorecido de la dejadez administrativa de los gobiernos para alcanzar una capacidad de influencia sin precedentes capaz de anular la razón y el pensamiento crítico de las personas.

Anarquía digital

Hay un momento histórico que cambiaría todo el ecosistema empresarial digital en EEUU: el atentado de las torres gemelas en 2001. En ese momento de caos hubo un cambio de prioridades por la administración americana que supuso priorizar la seguridad por encima de cualquier otra cosa, incluida la privacidad. Fue como una especie de estado de excepción digital en el que el único objetivo era la rapidez con la que se implementaban acciones de vigilancia en la red.

Ese fue el principio, pero poco se podía imaginar en ese momento la velocidad de crecimiento que dichas acciones de vigilancia llegarían a lograr. Según Andy Grove, ex CEO de Intel: “La alta tecnología funciona el triple de rápido que las empresas normales, y la administración pública funciona el triple de lento. Así, nuestro ritmo de crecimiento en nueve veces mayor. Por tanto, nuestro objetivo es asegurarnos que los Gobiernos no estorban y no ralentizan las cosas“. En esta misma línea, el mantra repetido por otras empresas tecnológicas del valle es siempre el mismo, y explica que las empresas tecnológicas se mueven más rápido que la capacidad de los estados para comprender aquello que están haciendo, y por tanto, cualquier intento de regulación es un error que impide la innovación.

Uniendo estos principios de las grandes tecnológicas, y la prioridad de la administración americana por la seguridad, se generó el caldo de cultivo necesario para un crecimiento sin precedentes en las dos últimas décadas. De hecho, para las tecnológicas esto no es suficiente, según Page, fundador de Google: “Las empresas tecnológicas deberíamos tener sitios seguros, fuera de la ley, donde poder implementar innovación de alto impacto para la sociedad“. ¿De qué impacto hablará? y continúa diciendo: “El mundo digital no está sujeto realmente a las leyes terrenales. Es el espacio sin Gobierno más grande del mundo¿Realmente es así? Y si es así ¿Debemos dejar que existan espacios fuera de la ley generado por todos? Entiendo que no.

¿Cómo se limita el pensamiento crítico?

El pensamiento crítico es una de las soft skill más demandada por las empresas, y en general por la sociedad. Y está en peligro. El pensamiento crítico surge gracias a la libertad individual y al proceso de la razón. Libertad que ha de producirse por una ciudadanía dueña de su propia mente, su pensamiento y su voz.

El procesamiento masivo a escala de nuestros datos por las grandes tecnológicas está reduciendo a meras probabilidades nuestro comportamiento futuro y, además, promueven con distintas acciones que se cumpla aquello que ellos pronosticaron con mayor probabilidad. Sobre este tema podéis entrar en detalles en mi artículo “No venden tus datos, venden tu comportamiento futuro“.

Por otro lado, la libertad individual en la red también se está viendo comprometida por la fuerza del colectivo gracias a la conectividad social en la que los algoritmos se encargan de conectarnos con perfiles muy similares al nuestro evitando así la pluralidad y el enfrentamiento de posturas encontradas, por no decir que vemos en los sistemas de noticias de las distintas plataformas aquello que nuevamente sus algoritmos determinan, o peor aún, fake news eficazmente elaboradas y dirigidas.

Nuestra voz tampoco es libre en dichas plataformas. Ellos son los dueños de los límites del contenido, y así, una obra de arte que enseña el cuerpo semidesnudo de una persona puede ser considerado no apto por sus algoritmos de detección de imágenes, por mucho que el mensaje sea liberal.

Por tanto, sin libertad total individual de pensamiento y voz, es más difícil que nunca mantener una posición crítica que requiere además de tiempo de dedicación que solemos rellenar con cualquier cosa antes que la reflexión individual.

Conclusión

En palabras de Jose María Lasalle en su obra “El liberalismo herido“, la democracia ha de priorizar someter a la soberanía digital con leyes y regulaciones que limiten su poder a través de los monopolios ya creados, así como analizar los sesgos de sus algoritmos. El ciberespacio no puede ser exclusivamente su terreno de juego. Cuando Twitter y demás plataformas desactivaron la cuenta de Thrump en el episodio del ataque al capitolio todos suspiramos de alivio, pero ¿Y si la decisión de Twitter hubiera sido la contraria? ¿Qué hemos dejado de hacer para permitir tal concentración de poder?

Quitarles el poder que ya acumulan no será tarea fácil. Las GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) invierten más dinero en lobbys que el resto del sector privado como el farmacéutico, financiero o energético. En conjunto, las GAFAM destinan sólo en Europa una cifra de 97 millones de euros al año para incluir en políticas de economía digital en el viejo continente. Según el informe, las grandes tecnológicas estuvieron en más del 75% de las reuniones de la Comisión Europea en 2019. No será fácil.

Salir de la versión móvil